LA CONSTRUCCIÓN DE LA
CIUDAD DE MEDELLÍN DESDE LAS LADERAS INFORMALES. TENSIONES, RELACIONES Y
LIMINARIDADES EN LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA*
Fecha de recepción: marzo 1 de 2011
Fecha de aprobación: noviembre 23 de 2011
Erika Andrea Ramírez Jiménez. **
Tania Helena Gómez Alarcón. ***
RESUMEN
El artículo analiza las relaciones
comunidad-Estado, sus tensiones, resistencias y desafíos a la hora de imaginar
y construir la ciudad, a través del análisis de categorías que transversalizan
esta relación como lo son: el antagonismo entre capitalismo y democracia, la
crisis del contrato social y la dicotomía ciudad formal-ciudad informal. Se
relata cómo los habitantes de la periferia construyen otras simbologías
alternas a las promovidas por el Estado, creando un nuevo modelo de ciudadanía
y de contrato social. La sociología jurídica es la brújula que se utilizó en el
estudio de la construcción de ciudad; la metodología empleada es la
investigación etnográfica, que busca comprender las relaciones jurídicas,
políticas, sociales y territoriales existentes en las comunidades de los
barrios informales que construyen ciudad desde un orden paralelo al estatal. La
caja de herramientas es la observación directa y las entrevistas realizadas en
la población de los barrios Picachito y El Salado, en las comunas 6 y 13,
respectivamente, de la ciudad de Medellín - Colombia.
Palabras clave: Regularización comunitaria, ciudad informal,
ciudad formal, barrios periféricos de Medellín.
THE CONSTRUCTION OF MEDELLIN CITY SINCE INFORMAL HILLSIDES. TENSIONS,
RELATIONS AND LIMINALITIES AT THE CONTEMPORARY CITY
ABSTRACT
This article
analyzes the relations between community and State, their tensions, resistances
and challenges when imagining and constructing the city, through of the
analysis of categories that mainstream this relation, for example: the
antagonism between capitalism and democracy, the crisis of the social contract
and the dichotomy between formal and informal city. It relates how the
outskirts habitants construct other alternate symbols, creating a new model of
citizenship and social contract. Legal sociology is a compass that was used in
the study of the construction of city; the methodology used is the ethnographic
investigation, that looks for understand the legal, politics and territorial
relations existing in the communities of the informal neighborhoods that
construct city since a parallel order to the State. The toolbox is the direct
observation and the interviews made to the population of the Picachito and El
Salado neighborhoods, in 6 and 13 communes at Medellin city – Colombia.
Keywords: Communityregularization,
informal city, formal city, outskirts neighborhoods ofMedellin.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA
CIUDAD DE MEDELLÍN DESDE LAS LADERAS INFORMALES. TENSIONES, RELACIONES Y
LIMINARIDADES EN LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA
“Cuando actúas en una
metrópoli sobreedificada tienes que abrirte camino con un hacha de carnicero.
Simplemente voy a seguir construyendo Puedes hacer todo lo posible por
detenerme”.
Robert Moses
La ciudad es la representación
fehaciente de la epistemología occidental que entiende, siente y habita el
mundo desde la oposición, en ella las contradicciones son evidentes, los
límites claros y los territorios definidos entre la ciudad de los pobres y la
ciudad de los ricos. En la ciudad se encuentran las dicotomías por excelencia:
los buenos-los malos, los ciudadanos-los no ciudadanos, lo bello-lo feo, lo
blanco-lo negro, la civilidad-la barbarie, la oligarquía-el proletariado.
La ciudad de Medellín, como todas las
grandes metrópolis latinoamericanas, en la década de los 70, fruto de los
procesos de industrialización y violencia generalizada, tuvo un crecimiento
acelerado que no fue regulado por ninguna normatividad, ya que la realidad
escapa a las redes con que la ley pretende domesticarla y no existía voluntad
política para promover un desarrollo equitativo de las ciudades.
Los habitantes que llegaron a la gran
ciudad, desplazados de sus lugares de origen por la violencia o tras el “sueño
citadino”1, conforman la periferia urbana y tratan de establecer
allí una conciliación entre el mundo rural y el mundo urbano. Estas comunidades
están transversalizadas por un cúmulo de exclusiones sociales, políticas y
económicas, lo que hace que la pobreza y el conflicto armado sean constantes
que las determinan.
En esta dirección, el objetivo de la
ponencia es relatar los procesos de construcción de ciudad desde los
territorios no contados. Se ha contado la historia de la ciudad desde el filtro
institucional, por tanto los procesos de regularización comunitaria son vistos
como procesos anómalos, erráticos y en su defecto ilegales. Se nos impone como
única posibilidad de construir ciudad la planteada por las normativas urbanas y
los Planes de Ordenamiento pensados desde el poder.
Es en la ciudad donde se opera la mayor
concentración de poder político, en distintas escalas, sin duda, pero siempre
con la mayor eficacia instrumental. Por eso la ciudad conforma, en alguna
medida, la vida del contorno regional y nacional, ordenando los cuadros dentro
de lo que todas las actividades se desenvuelven, imponiendo los principios y
normas que las orientan según los designios de los grupos sociales
predominantes y montando los mecanismos coercitivos para asegurar su vigencia2.
De ahí, el que hablar de territorios no
contados en la ciudad implique abordar nuevos diálogos entre el derecho, la
sociedad, el individuo y la ciudad, por lo que se hace necesario acudir a las
categorías analíticas de la sociología jurídica para evitar dicotomías no
explicativas del derecho como legal-ilegal, formal-informal, regular-irregular.
El derecho miraría las relaciones existentes en una comunidad desde el deber
ser, por lo que éste es autorreferente y no entiende la existencia de otros
ordenes jurídicos ajenos al Estado. Por el contrario, la sociología jurídica
comprende las regulaciones sociales en general, tanto las estatales como las no
estatales, en este sentido, puede entender que existen derechos análogos al
derecho del Estado. Pensar así la construcción de la ciudad es otra manera de
imaginarla, que incluye diversas formas de habitar y es capaz de ver más allá
de lo normativo.
Para las ciudades contemporáneas con
brotes de miseria en las zonas de la periferia -que tienen como común
denominador la irregularidad urbanística- la formación del espacio comunitario
es parte del proceso de conformación del orden urbano. Es decir, la ciudad se
construye también a partir de la periferia y su regularización
comunitaria, no solamente desde el centro como parámetro de lo formal y su
regularización estatal. Esta otra ciudad es construida por sus pobladores “a
su manera, respondiendo a sus necesidades, a sus formas de organización, para
dar como resultado estas ciudades que conocemos hoy: caóticas, pobres,
violentas, pero con una gran dosis de imaginación, de creatividad, de posibilidades
de desarrollarse”.3
Es así como los barrios Picachito y El
Salado permiten analizar las múltiples posibilidades de imaginar la ciudad de
Medellín, ya que es la periferia la que está definiendo hoy los trazos de la
ciudad. La ciudad informal se ha convertido en la regla fáctica por encima de
la regla legal, la ciudad formal es la excepción4.
Barrio Picachito:
El barrio Picachito5 es
uno de los 12 barrios que conforman la Comuna 6 de Medellín, ubicado en la zona
nor-occidental de la ciudad. El proceso de construcción del barrio data del año
19766. En sus inicios se trató de una zona de características
rurales que se fue urbanizando en la medida en que se fue loteando el
territorio por parte de la Urbanización El Picachito Agudelo Muñoz y cía. Ltda.
y luego por el ICT (Instituto de Crédito Territorial), institución que
intervino dicha sociedad por no tener licencia de construcción y
urbanización.Hoy lo encontramos como un barrio consolidado, que reproduce las
lógicas urbanas como producto de una construcción comunitaria de más de 33
años. Está habitado por población de bajos recursos, ubicada en viviendas de
estrato 1 predominantemente, que en su mayoría provienen del campo, lo cual
evidencia el proceso de migración de lo rural a lo urbano. Las razones son
múltiples, pero se pueden generalizar en dos: la industrialización de la ciudad
de Medellín, que atrajo mano de obra y erigió una creencia en la “vida
desarrollada”7; la violencia en el campo que ha causado el
desplazamiento a la ciudad, hecho este que se presenta en todas la ciudades del
país, esta violencia está basada estructuralmente en la concentración de la
tierra en unos pocos latifundistas, lo que genera el desplazamiento de la
población rural hacia la consecución de otras formas de subsistencia en las
urbes.
Barrio El Salado:
El barrio El Salado es uno de los 19
barrios pertenecientes a la comuna 13, ubicado en la zona centro-occidental de
la ciudad de Medellín. Como muchos barrios informales, El Salado tiene una
historia fragmentada:la parte baja del mismo tiene una tradición de larga data
–de principios del siglo XX, exactamente del año 1920- y se urbanizó a través
de la modalidad del loteo de fincas; la parte alta8, tiene, por el
contrario, una historia reciente, data de principios de los ochenta cuando las
milicias9 populares promovieron la creación de un nuevo
asentamiento, lo que convirtió esta zona en una de las más afectadas por la
violencia que se desataría entre 1999-2002 con la llegada de operativos
militares y paramilitares a la zona.
La población que habita estos barrios
es predominantemente de clase baja y habita en viviendas de estratos 1 y 2. Sus
historias de vida están hiladas por las remembranzas del conflicto armado
urbano y la construcción de tejido social en condiciones sumamente precarias.
Estos barrios en sus inicios tuvieron
una alta vida comunitaria, producto de un pensamiento solidario que se conformó
por las múltiples necesidades que tenían sus habitantes, lo que hacía que
tuvieran que unirse por una causa común y resolver inconvenientes que el Estado
no iba a resolver dada su continuada ausencia.
Al respecto el señor Javier Madrid del barrio
Picachito nos cuenta que:
“Aquí como se construyó sin permiso,
empezamos a construir cada cual como pudo el barrio, se surtió de agua comunal
en la parte alta se hizo un tanque y por ahí bajaba un arroyito, una quebradita
y lo repartíamos con tubería, PVC o manguera”.10
Sistema-mundo-Estado-ciudad: Tensión
entre capitalismo y democracia
La ciudad como hoy la conocemos es un
artificio de la modernidad y del sistema económico que la atraviesa: el
capitalismo. Y es importante decirlo porque la ciudad se nos presenta como un
inevitable histórico y esto enmascara la ideología que la sustenta. La realidad
y, en este sentido, la ciudad son construcciones humanas cargadas de
representaciones, símbolos, ideologías. Sin embargo la realidad también escapa
al pensamiento mismo y por esto se imponen un sin fin de situaciones difusas,
absurdos, contradicciones, resistencias, que no pueden ser abarcados por la
planificación. Así, la modernidad en sus inicios no alcanzó a prever que la
exaltación de lo humano -a través de la idea de progreso y desarrollo- fuera a
conducir a la degradación del humano mismo, condición que lo regresa al
imaginado estado de naturaleza liberal-moderno-occidental. He ahí la paradoja:
la civilización moldea la barbarie que pensó haber conjurado.
Hoy día todo parece llevar en su seno
su propia contradicción. Vemos que las máquinas, dotadas de la propiedad
maravillosa de acortar y hacer más fructífero el trabajo humano, provocan el
hambre y el agotamiento del trabajador. Las fuentes de riqueza recién
descubiertas se convierten, por arte de un extraño maleficio, en fuente de
privaciones. Los triunfos del arte parecen adquiridos al precio de cualidades
morales. El dominio del hombre sobre la naturaleza es cada vez mayor; pero al
mismo tiempo, el hombre se convierte en esclavo de otros hombres o de su propia
infamia. Hasta la pura luz de la ciencia parece no poder brillar más que sobre
el fondo tenebroso de la ignorancia. Todos nuestros inventos y progresos
parecen dotar de vida intelectual a las fuerzas materiales, mientras que
reducen a la vida humana al nivel de una fuerza material bruta.11
Muerte, guerra, hambre, exclusión, son
los hilos que constituyen la trama de lo urbano. La ciudad fue pensada para
ciudadanos que cumplieran las características de serlo, esto es ser
propietarios o, en su defecto, hombres que pudieran vender su fuerza de trabajo
a la ciudad misma. Esta concepción de ciudadanía tan limitada se basó en la
exclusión y no en la inclusión, lo que quebrantó la posibilidad de que el
hombre fuera un fin en sí mismo, convirtiéndolo en un mero instrumento en pro
de la acumulación de capital. El cumplir los requisitos para ser ciudadano se
torna hoy imposible para los habitantes de las grandes urbes, ya que
difícilmente pueden acceder a la propiedad, a lo sumo son poseedores y
reconocidos por el Estado como meros moradores. Los pobladores de lo urbano con
ciudadanías limitadas, que viven en territorios fragmentados son los que
construyen hoy la ciudad con una idea del habitar que difiere de la ideología
dominante del Estado. Es decir, la ciudad hoy está siendo pensada, sentida,
vivida desde las laderas por los no ciudadanos.
Los planificadores de la ciudad viven
retirados en pequeños fuertes a las afueras de la metrópoli, lugares en los que
todas sus necesidades están garantizadas para no ver la pobreza, la fealdad, el
desorden, la ilegalidad, la idea es no encontrarse con ello porque produce
inseguridad. La modernidad tiene miedo a que el constructo societario se
desestabilice, se miren los unos a los otros, se hablen y de pronto se pongan
de acuerdo, las clases sociales deben estar separadas por kilómetros de cemento
para evitar la transformación social.
De ahí la importancia de tratar la
tensión entre capitalismo y democracia, pues resulta extraño que al mismo
tiempo que se pregona bienestar común se defienda la posibilidad de que
solamente unos pocos puedan hacerse ricos. La ideología dominante debe mantener
el orden y al mismo tiempo la desigualdad, esto es lo que constituye el
entramado del Estado moderno. La democracia ha estado ligada a procesos de
socialización de la economía; el capitalismo es el sistema de acumulación de
riqueza por excelencia, por tanto son ideologías antagónicas que se han
fusionado de tal manera que democracia y capitalismo son discursos simultáneos
que construyen la realidad de la ciudad, sin embargo el segundo se impone sobre
el primero tanto en el ámbito discursivo como en el fáctico12.
Así encontramos un Estado que
interviene en suburbios urbanos para saldar la deuda con el discurso de la
democracia sin resolver el problema de fondo, que se basa en la falta de una
vivienda digna para los pobladores y de oportunidades reales de insertarse al
mercado laboral, lo cual les permita alcanzar el estatus de ciudadanos. Esta
problemática no se resolverá, ya que el Estado también tiene una deuda
pendiente con los industriales, pues el capitalismo es la filigrana que lo
sustenta, lo crea, lo recrea y lo vuelve a crear.
Es por esto que los procesos de
regularización urbanística13 se presentan como las políticas
públicas por excelencia en la ciudad de Medellín, sin embargo, uno de los
problemas principales que enfrentan estos procesos de regularización es que las
condiciones estructurales que llevan a la creación de una ciudad informal no
desaparecen con las intervenciones urbanísticas que estos procesos proyectan.
Estos proyectos no resultan sostenibles en el tiempo, pues a pesar de que
solucionan problemas físicos, no se solucionan problemas estructurales como la
falta de ingresos económicos, lo que hace que la gente no pueda asumir los
costos de una mejor calidad de vida, ya que los impuestos y los Servicios
Públicos Domiciliarios suben, pero los ingresos se mantienen e incluso
disminuyen.
El conflicto armado continúa expulsando
gente del campo hacia la ciudad y las condiciones económicas de los habitantes
de la ciudad periférica o la ciudad informal siguen siendo sumamente precarias,
lo que lleva a que mientras los procesos de regularización se centran en una
parte de la población que habita en asentamientos más consolidados, más allá,
en la periferia de la periferia, nuevos habitantes comienzan de cero con su
tarea de construir territorio y de habitar la ciudad.Estos nuevos habitantes de
la ciudad siguen el camino que los otros ya recorrieron. La madera, las latas y
el paroid son las únicas posibilidades de un techo, no hay vías, mucho menos
alcantarillado o acueducto brindado por el Estado. En una lógica cíclica y
perversa, ellos tienen que iniciar los procesos de urbanización popular para
que el Estado inicie con ellos procesos de regularización cuando la realidad
sea tan abrumadora que no tenga más opción que reconocer el real mapa de la
ciudad.
Los gobernantes en el antagonismo entre
capitalismo y democracia no pueden salir del laberinto de las ciudades
excluidas, ya que esta dicotomía que encarna la ideología neoliberal entiende
la informalidad solo como un asunto urbanístico y no como una política integral
que mejore las condiciones económicas, sociales y políticas de los habitantes
de nuestro país y que esté unida a una reforma urbana y agraria que garantice
un crecimiento sostenible de las ciudades y del campo.
Ciudadanía y contrato social
El contrato social que se da en
nuestras sociedades contemporáneas bebe de una elaboración restringida del
concepto de ciudadanía que está íntimamente ligado a la propiedad, por tanto se
trata de un contrato minoritario, ya que en estas grandes urbes -invadidas de
periferia- la regla es la posesión y no la propiedad.
En las democracias occidentales, hasta
bien entrado el siglo XIX, la propiedad era un requisito de la ciudadanía. En
esas mismas sociedades, hoy en día, los inquilinos y los propietarios tienen
los mismos derechos como ciudadanos. Sin embargo, ello no significa que el nexo
entre propiedad y ciudadanía haya desaparecido por completo del planeta. La
capacidad de ejercer ciertos derechos frente al Estado varía según el estatuto
de ocupación de la vivienda, ya que son muchos los habitantes de barrios pobres
en los países subdesarrollados que, por tener una posesión “irregular” de la
vivienda que ocupan –es decir, por no tener derechos de exclusión reconocidos
por el Estado-, no tienen el mismo acceso a los bienes públicos urbanos que
aquellos que habitan en las áreas “regulares” de la ciudad. Lo interesante es
que no se trata solo de una cuestión de hecho, sino que las autoridades
estatales niegan la prestación de los servicios a determinados barrios
esgrimiendo en forma explícita el argumento de que sus habitantes son ocupantes
sin derechos14
En este sentido, encontramos que en los
barrios periféricos el acceso a la justicia, la educación, la salud y al
sistema financiero se encuentra limitado o es casi inexistente por la condición
de vulnerabilidad económica de sus habitantes, que está basada en su posición
de no propietario o en el desempleo, lo cual riñe con una concepción social y
democrática de la economía.
El no reconocer el derecho de los
habitantes de barrios informales los sitúa fuera del contrato social, pues no
se les está garantizando derechos esenciales a buena parte de los ciudadanos
del territorio nacional, que son los que cada día acrecientan los índices de
población de las grandes ciudades. Esto presupone varias cosas: que el Estado
no es soberano en tanto no hace presencia en varios lugares del territorio
nacional y carece de omnipresencia, ya que no puede hacer valer su regulación
en su jurisdicción.
Para el Estado los asentamientos
informales, sus habitantes, sus construcciones, sus imaginarios se encuentran
por fuera del pacto social y por tanto en un evidente estado de
naturaleza. “En las zonas civilizadas el estado actúa democráticamente,
como Estado protector, aunque muchas veces ineficaz o no confiable. En las
zonas salvajes, el Estado actúa de manera facista, como Estado depredador, sin
el menor propósito, incluso aparente de respetar el derecho”.15
En tanto la simbología estatal no ha
incluido a los habitantes periféricos, estos han optado por construir su propia
simbología que les permita sobrevivir en la ciudad manteniendo sus referentes
culturales y sociales, construyendo así un mito fundacional que los posiciona
como comunidad valerosa en la urbe, pues han construido sus barrios a pesar de
los obstáculos oficialistas.La comunidad es la que da solución a las
necesidades básicas como la construcción de infraestructura para abastecerse de
los servicios de necesidad común como son la escuela, el acueducto, el
alumbrado público, la sede comunal, vías de acceso, etc. En este sentido, los
pobladores de estos barrios informales al mismo tiempo en que construyen su
escenario privado construyen también el escenario público. El sufrir las mismas
necesidades ha hecho que estos habitantes se congreguen y trabajen por un
objetivo común, lo que crea una vida comunitaria activa. “La irregularidad
es un factor que contribuye a mantener unidos a los miembros de la comunidad,
lo que da continuidad a las luchas por los servicios”.16
Todos los mitos fundacionales se
estructuran en un antes y un después de la emergencia del héroe, sea este
individual o colectivo. El mito fundacional es una narración épica que
construye el imaginario colectivo de una comunidad, éste se estructura a partir
de un hito histórico impulsado por la acción de un sujeto que marca una nueva
temporalidad política, donde antes de la ocurrencia de este hito el caos y la
nada reinaban y con la emergencia del héroe el orden y el todo moldean la
realidad. Dicho de otro modo, al principio no había nada, el héroe transforma
esa nada en algo, ordenando el caos, esa es la génesis de la construcción. En
esta dirección Raquel Rueda, habitante del barrio Picachito, dice: “Cuando
yo llegué a este barrio, era un barrio incierto, como se dice, era más que un
desierto porque en este barrio no habían vías de acceso, no habían vías de
comunicación, mejor dicho no habían servicios públicos porque era como una
selva, porque nosotros subíamos desde abajo hasta la 80, hasta acá y esto por
aquí todo eran árboles, mangas, rastrojo”.
Ellos consideran que las condiciones
que afrontaron al inicio de su proceso de construcción del barrio fueron
sumamente difíciles, esto engrandece el carácter del colono y la memoria de su
comunidad.En el barrio Picachito, presenciamos una situación muy particular, ya
que dos de sus pobladores se arrogan ser los que pusieron la primera piedra
para la construcción de la escuela, esto evidencia que las historias de vida de
los pobladores están íntimamente ligadas a la vida de los barrios, a sus hechos
más simples, a sus silenciosas y fuertes dinámicas. Así, la señora Raquel Rueda
narra: “La escuela fue construida por mi familia, porque nosotros desde
abajo, desde la carretera traíamos los materiales para esa escuela, la primera
piedra que se trajo para esa escuela la trajo mi hijo en el hombro”.
Y el señor Javier Madrid nos contó orgulloso:
El presidente de la Junta de Acción
Comunal nos reunimos el sábado, entonces decidimos que al otro día en convite
haríamos la escuela, como a mí siempre me ha gustado madrugar yo llego siempre
en un tiempo razonable, más bien esperar que no que me esperen, se llegaron las
7 de la mañana y yo parado aquí con el pico y la pala sin saber para donde
coger, yo no veía a nadie y como a las 7 y 30 dije: me voy. Me puse a pelar un
barranco, entonces la primera piedra para la construcción de la escuela la puse
yo.
Construir el barrio no es solo un
asunto urbanístico sino vital. La memoria de los pobladores de estos dos
asentamientos y sus actuales procesos de organización se nutren de una historia
de lucha y autogestión que llevaron a cabo los viejos y que hoy han asumido los
jóvenes. En este sentido, Albeiro Ospina del barrio El Salado nos cuenta que: “Los
acueductos se construyeron por las Juntas de Acción Comunal, los barrios han
sido construidos por las juntas de acción comunal anteriores, la escuela Pedro
J. Gómez se construyó ladrillo a ladrillo a través de la famosa minga o convite”.17
El mito fundacional de los barrios
periféricos, que inicia con la construcción de equipamientos públicos da pie a
que se conforme un orden jurídico alterno al estatal, ya que las comunidades
allí asentadas imparten justicia, regulan los usos del suelo, resuelven los
problemas vecinales. En estos asentamientos el conflicto armado es una
constante, por lo que la presencia de grupos armados alternos al Estado es
común desde finales del siglo XX. En los noventa hubo conformación de milicias
urbanas y en la actualidad existen estructuras armadas asociadas al
narcotráfico y al paramilitarismo. Es evidente, entonces, que en las laderas de
Medellín hay una disputa del monopolio de la violencia y del derecho al Estado.
Los planificadores de la ciudad han
entendido que existe una sola manera de habitar el mundo y, en este sentido,
enfocan los Planes de Ordenamiento Territorial, obviando la amalgama de
diversidades culturales que existen en nuestros países latinoamericanos. Se
impone así una sola forma de construir ciudad desde lo estatal que no concilia
con los intereses multiétnicos de sus habitantes; el contrato se impone, no se
somete a discusión. “La nueva contractualización es, en cuanto a
contractualización social, un falso contrato, una mera apariencia de compromiso
constituido bajo condiciones impuestas y sin que la parte más débil intervenga
en su discusión; condiciones estas tan onerosas como inaceptables. ”18
Ciudad formal–ciudad informal:
El surgimiento de una nueva ciudadanía
Un asentamiento subnormal se nombra
como tal por no corresponder a las normas urbanas dadas por el Estado, por lo
tanto el asentamiento formal está basado en la obediencia a las normativas del
Plan de Ordenamiento Territorial establecido por cada municipalidad.
El Estado como administrador de la
nación traza las reglas (legislativo), las hace cumplir (ejecutivo) y sanciona
al que no las cumpla (judicial), modus operandi que lo asemeja al “buen padre
de familia” a gran escala. Siguiendo la línea de asimilación, los ciudadanos
como hijos menores19 deben acogerse a la regla de casa, por lo
que el hijo que no la acoja será el hijo rebelde, hijo al que habrá que
castigar y negar ciertos beneficios a los que tendría derecho si estuviera
conforme a la norma. Este ejemplo para significar que pasa lo mismo en el caso
de los asentamientos informales y formales, los primeros son hijos rebeldes del
Estado y los segundos son los buenos hijos; en esa medida, a los primeros se
les niegan ciertos derechos que a los segundos no, dado el carácter
retribucionista del padre.
Para ejercer el derecho ciudadano es
necesario habitar en una zona formal de la ciudad, lo cual devela el mensaje
secreto: es necesario ser propietario para ejercer la ciudadanía, pues la razón
fundamental por la que se identifica a los asentamientos subnormales es la
carencia del título de propiedad de los predios de sus habitantes y esto hace
que no reciban el mismo trato que los propietarios. “Si se reconoce que el
acceso a los bienes colectivos propios de la vida urbana forma parte de los
derechos ciudadanos, se tiene que concluir que al negar este acceso a los
“irregulares” por no poder acreditar derechos de propiedad, existe una restricción
a los derechos ciudadanos fundada en la carencia de otros derechos, lo que
equivale a decir que contar con derechos de propiedad es todavía hoy, un
requisito para el pleno ejercicio de la ciudadanía.”
Las primeras discusiones sobre la
ciudad latinoamericana fueron las discusiones sobre la Ciudad Dual
(formal-informal) que se dieron en los años sesenta y reducían la realidad de
las invasiones a un problema de control y gobernabilidad. Posteriormente, Boaventura
de Sousa en los setenta centró su análisis en “los conflictos por la tierra
y las prácticas alternativas de solución que se conceptualizaron a través de la
idea de pluralismo jurídico”20 ; Falcäo en los ochenta,
estudia el derecho de propiedad y sus aristas en invasiones urbanas;Rolnik y
Fernández se preguntaron -a principios de los 90- sobre el papel y la
responsabilidad del Estado en la producción de legalidades e ilegalidades, en
los ámbitos socio-espaciales; a finales de los 90, los autores latinoamericanos
centraron su análisis en “la democratización de la institucionalidad
jurídica y parten del supuesto de que los instrumentos jurídicos además de no
reflejar la realidad social, determinan condiciones inequitativas de acceso a
la tierra y a la vivienda. ”21
Sin embargo, las dicotomías formal-
informal, regular- irregular, legal-ilegal, siguen siendo realidades
ideológicas que relatan la modernidad, la cual reproducirá -como en una
sucesión infinita de fractales- el mismo esquema. Esto es fruto del pensamiento
binario occidental que ficcionaliza el mundo incluyendo a unos y excluyendo a
otros. Es posible imaginar y construir el mundo de otra manera en el que la
armonía y la inclusión sean su constituyente fundamental.
A pesar de las carencias que puedan
tener los habitantes de las laderas informales, en muchos de sus relatos la
solidaridad es el referente fundamental a la hora de construir ciudad. El Apoyo
Mutuo que Kropotkin esbozó se hace tangible en estos lugares como única
posibilidad de sobrevivencia, así el discurso de la solidaridad remplaza el
discurso de los derechos. Estos nuevos ciudadanos han creado una simbología
propia porque les ha sido vedada la posibilidad de estar dentro del contrato
social formal, la informalidad construye otro contrato social dentro de la
ciudad. “Ninguna sociedad, sea ella tradicional o moderna, funciona sin
ideales, es decir, sin referentes morales que impongan restricciones o límites
a los individuos en su proceso de intercambio. La sanción, la norma, la obligación,
el cumplimiento, la obediencia son los elementos de la coerción y de la
cohesión social que progresivamente permiten el proceso de integración o de
estructuración de las sociedades.”22
Esta nueva ciudadanía deconstruye los
conceptos excluyentes que ha utilizado el Estado para referirse a su particular
manera de construir ciudad desconociendo los alcances de la norma legal. Así,
Raquel Rueda define la ciudad informal como: “Un Barrio informal es
donde los habitantes son un poco egoístas, que no quieren compartir, como que a
mí no me importa que mi vecino se muera de hambre, a mí no me importa que allá
se les esté entrando el agua, así como los barrios ricos”. (Entrevista
realizada a Raquel Rueda, barrio El Picachito).
Así, ellos definen la ciudad informal
como aquella en donde las relaciones sociales están fragmentadas y el
individualismo-el que promueve la ciudad cuadricula- es el referente de
relación de unos seres humanos con otros.
Por el contrario, definen un barrio
formal haciendo hincapié en las características que ellos consideran positivas
de sus barrios: “Mi barrio es un barrio formal porque sus habitantes
todos son muy gente, hay muy buena convivencia, si hay un difunto todos nos
reunimos, si no hay con que enterrarlo, yo me paro en una esquina con un tarro
toda la noche a pedir plata para el entierro, si hay un enfermo todos vamos a
verlo”. (Entrevista realizada a Raquel Rueda, barrio El Picachito).
El señor Ernesto Atehortúa confirma
nuestra hipótesis cuando afirma: “Un barrio formal son aquellos que no
tienen tanto conflicto, que tienen convivencia entre familias”.
Esta dicotomía entre ciudad formal y
ciudad informal está en permanente negociación, dándose una relación tensión
constante, ya que una interviene en la otra y viceversa con materialidades,
prácticas y simbologías. Por ejemplo, sectores simbólica y materialmente
formales se ven invadidos por prácticas informales: el centro administrativo la
Alpujarra, en el que se encuentra toda la representación simbólica del poder
estatal convive diariamente con vendedores ambulantes que buscan su sustento a
través de prácticas informales de la economía. Así también, en zonas de la
ciudad que son abiertamente conocidas simbólica y materialmente como informales
incursionan prácticas formales: barrios de la periferia identificados como
sectores de invasión se vinculan a prácticas formales como el pago de servicios
públicos e impuesto predial.
Construcción ciudad a partir de la perifera
Como bien lo afirman (De Sousa Santos,
B., 1991), (Gómez, G. 2001) (Rincón, A., 2005) y (Duhau, E., 2002)23,
la forma como estos pobladores de la periferia habitan las ciudades, delimitan
las normas de usos del suelo, las formas de construcción, la ubicación de las
viviendas, construyen carreteras y solucionan los problemas de acceso a los
servicios básicos, no puede ser llamado ilegalidad o irregularidad a secas,
corriendo el riesgo de tener como marco de visión una teoría tan estrecha que
no nos permita mirar más allá del Estado. Debemos entender estas construcciones
colectivas como acuerdos sociales a los que han llegado los habitantes de estos
barrios para garantizar la convivencia dentro de la comunidad.
Los primeros antecedentes de la
regularización de los barrios informales corresponden a la misma comunidad y se
dieron en el momento en que los hombres que llegaron de las montañas a habitar
el cemento entendieron que tendrían que suplir no solo necesidades individuales
como la vivienda y la alimentación, sino también necesidades colectivas como la
garantía de servicios básicos para la vida en comunidad. En la ciudad se rompe
todo proceso de simbiosis con el medio natural, es por ello que a través de
medios artificiales debe proveerse el hombre de lo necesario para vivir; la construcción
de los barrios, de sus vías de acceso, de los acueductos comunales, son
procesos que generan una regularidad, que es la regularidad que las carencias y
las posibilidades económicas de los habitantes del barrio permiten.Así, la
Administración del Estado llega cuando las comunidades ya han construido, es
decir, esta no construye sino que regla lo ya construido y lo hace de la mano
de los impuestos.
Los planificadores urbanos y
gobernantes tienen responsabilidad directa en las dinámicas de la periferia,
obedeciendo a la ideología neoliberal que está sustentada en la tensión
capitalismo-democracia, constituyente del Estado moderno y su contrato social;
dicha tensión se reproduce en la antinomia ciudad informal-ciudad formal. De
ahí que la ciudad informal pueda establecerse como un territorio en el que se
conforman otros sentidos del habitar paralelos a los estatales, disputándole el
monopolio al Estado en la construcción de la ciudad.
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de hábitat. Una búsqueda por algo más que un techo. Carlos Mario Yori.
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Facultad de Artes, 2008
________________________
* El presente artículo es producto del trabajo
intelectual de las autoras que -luego de sistematizar las experiencias de los
proyectos “Sociedades intervenidas” y “Regularización urbanística de las
comunas 1,2 y 13” que adelantó la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de
la Universidad de Antioquia en convenio con la Alcaldía de Medellín- se dieron
a la tarea de pensar la ciudad como epistemología y política.
** Correo electrónico erikaandrearamirez@gmail.com.
Investigadoras del Centro de Estudios Regionales del Sur -CERSUR- de Plataforma
Sur de Organizaciones Sociales; también son investigadoras del grupo Cultura
Violencia y Territorio asociado al INER (Instituto de Estudios Regionales).
Candidatas al título de abogadas.
*** Correo electrónico taniahelena@gmail.com
1 Esto haciendo alusión al ideal de desarrollo que
se nos presenta como clave del éxito, el cual se encuentra como un espejismo en
la metrópoli no en el campo.
2 ROMERO, José Luis. Situaciones e
ideologías en América Latina. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia,
2001. Pág. 64.
3 URIBE, María Teresa. Comentarios al texto
“De la reforma urbana a la democratización de los gobiernos locales” de Alicia
Ziccardi. En: Procesos Urbanos contemporáneos, Medellín, Tercer mundo
editores, 1995. Pág.25.
4 “La denominada ciudad informal se constituye
en un espejo de la ciudad formal en términos del no reparto equitativo de la
riqueza generada y sus complejos mecanismos de distribución. No es gratuito que
la ciudad informal constituya aproximadamente el 50% de los territorios urbanos
actualmente producidos y que la magnitud que han adquirido hoy por su tamaño y
problemática genere preocupaciones sobre el desenvolvimiento futuro del modelo
de desarrollo en un mundo globalizado, urbanizado y competitivo”. (YORI
–RODRÍGUEZ, 2008, p. 136)
5 Este relato no hubiera sido posible sin las
historias contadas por la comunidad y en particular por el escrito del señor
Javier Madrid, habitante del barrio Picachito de hace 40 años, quien se dio a
la tarea de escribir unas valiosas memorias de su comunidad, lo que da cuenta
del importante proceso de participación comunitaria que han tenido estos
asentamientos subnormales.
6 Año en que la Urbanización El Picachito Agudelo
Muñoz y cía. Ltda. se constituye para la venta y compra de terrenos y lotes.
Esta sociedad loteó de manera irregular el territorio donde se encuentra
ubicado este asentamiento humano, lo cual se conoce como urbanización pirata.
7 Esto apunta a lo que anteriormente llamamos
“sueño citadino” como un correlato del término “sueño americano”, los cuales
aluden al modelo que se nos presenta como el ideal de desarrollo que debemos
alcanzar para ser felices o exitosos.
8 Ver ANGARITA, Pablo Emilio y otros.Dinámicas
de guerra y construcción de paz. Estudio interdisciplinario del conflicto
armado en la comuna 13 de Medellín. Grupo interdisciplinario e
interinstitucional de investigación sobre conflictos y violencias. Medellín,
2008.
9 En la década de finales de los ochenta principio
de los noventa las organizaciones guerrilleras FARC y ELN deciden llevar el
conflicto armado a las ciudades para lograr su objetivo estratégico de la toma
del poder. Así, se consolidaron unos grupos armados barriales semi-permanentes
que se arrogaron jurisdicción. El Estado y sus fuerzas de seguridad no podían
entrar a estos territorios, por lo que la soberanía del estado llegaba hasta el
límite de la ciudad formal.
10 Las entrevistas hechas en el barrio El Picachito
se realizaron el 2 y el 15 de diciembre del año 2009.
11 MARX, Karl en BERMAN, Marshal. Todo lo
sólido se desvanece en el aire. Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1989.
Pág. 6.
12 No se trata de separar discurso y realidad, ya
que entendemos que son estructuras inescindibles. El discurso crea la realidad
y la realidad el discurso, en términos humanos, no hay hechos que no pasen por
el filtro del lenguaje.
13 Los procesos de regularización urbanística son
aquellos que intentan adecuar la ciudad informal al Plan de Ordenamiento
Territorial, flexibilizando la norma para que puedan ser incluidos en la ciudad
formal, lo cual implicará la inserción de estos habitantes al sistema
financiero y a la cultura de los impuestos. La regularización busca entonces
contrarrestar tres problemas fundamentales de la urbanización popular: en
primer lugar, el problema de la ilegalidad en la tenencia del suelo urbano; en
segundo lugar, el problema de la informalidad en la construcción; en tercer
lugar, el problema de la informalidad sistémica del asentamiento, es decir,
falta de espacio público, vías, equipamientos, etc. Para que el proceso de
regularización sea integral se deben resolver los tres problemas: la
informalidad en la tenencia, la informalidad en la construcción y la
informalidad del asentamiento.
14 AZUELA DE LA CUEVA, A. Vivienda y
propiedad privada. En: Revista Mexicana de Sociología, Vol. 57, Nº1,
1995. Pág. 46
15 DE SOUSA SANTOS, Boaventura.; GARCÍA VILLEGAS,
Mauricio. Colombia: el revés del contrato social de la
modernidad. En: El caleidoscopio de las justicias, 2001. Pág. 31.
16 AZUELA DE LA CUEVA, A. Vivienda y
propiedad privada. En: Revista Mexicana de Sociología, Vol. 57, Nº1,
1995.Pág.38.
17 Las entrevistas realizadas en el barrio El
Salado y Las Independencias 1 y 2 se llevaron a cabo el día 16 de diciembre de
2009.
18 DE SOUSA SANTOS, Boaventura.; GARCÍA VILLEGAS,
Mauricio. Colombia: el revés del contrato social de la
modernidad. En: El caleidoscopio de las justicias. 2001. Pág. 27
19 Que no hijos mayores, ya que estos se encuentran
fuera de la patria potestad del padre y como ciudadanos estamos bajo la patria
potestad del Estado.
20 RINCÓN, Analida. Legalidades colectivas:
historia de los espacios no con-sentidos. En: Espacios urbanos no
consentidos. Legalidad e ilegalidad en la producción de la ciudad. Colombia y
Brasil. RINCÓN, A. (Compiladora). Medellín. Pág. 49.
21 Ibíd. Pág. 43
22 RUBIANO, Rafael. Problemas analíticos
sobre las relaciones entre libertad, justicia y moral. En Mesa
Redonda: Anomia y modernidad. Bogotá, UNAL, 2008, p. 209-249. Pág. 219
23 Boaventura de Sousa en su estudio sobre la
comunidad de Pasárgada encontró que las comunidades que habitan la periferia de
la ciudad construyen territorio a través de la definición de unas normas
jurídicas, es decir, el habitar está condicionado por el cómo habitar y el
proyecto de barrio que tiene la comunidad en su conjunto. Gabriel Ignacio Gómez
analiza los casos del barrio Moravia en Medellín y el barrio Jerusalén en
Bogotá y encuentra que la delimitación de usos del suelo y las luchas -por un
reconocimiento institucional a través de la prestación de servicios básicos-
han marcado la historia de estos barrios y los ha consolidado como sujetos de
acción colectiva en las ciudades a pesar de las dramáticas carencias que
padecen sus habitantes, es decir, las luchas sociales que los habitantes de
estos barrios han dado por tener condiciones de vida más dignas: en Moravia a
través de la creación de la cooperativa de recicladores RECUPERAR y en
Jerusalén a través del paro que llevaron a cabo sus habitantes, exigiendo la
prestación de servicios básicos, lo que consolidala ciudadanía en estos
lugares. Analida Rincón habla de legalidades colectivas a la hora de explicar
los procesos de poblamiento de la ciudad informal en las grandes metrópolis
latinoamericanas. Emile Duhau habla, por su parte, de urbanización popular
cuando se refiere a las formas en las que los pobladores de la periferia
territorializan el suelo urbano.
Tomado de la revista de la Universidad de
Antioquia “Estudios de Derecho”.
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